La decisión del aislamiento obligatorio para contener los efectos de la crisis del Covid-19 aceleró una tendencia contractiva previa, generando un colapso en la actividad económica en el segundo trimestre de 2020. En abril, el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) cayó 26,4% interanual.
Por su parte, el indicador de producción industrial manufacturero se redujo 33,4% interanual y la actividad de la construcción bajó 76,2%. Si bien durante mayo continuaron las caídas interanuales de ambos indicadores (-26,4% y -48,6%, respectivamente), el hecho de que fueran a tasa menor daría la pauta de que durante abril se habría registrado el piso de actividad económica.
De acuerdo con distintas proyecciones, Argentina sufrirá en 2020 la mayor caída del PBI desde 2002, además de ubicarse entre las de peor desempeño de la región de América Latina (Cuadro 1). Según la mediana del Relevamiento de Expectativas de Mercado del BCRA, la actividad caería 12% en 2020. El FMI, por su parte, proyecta una reducción de 9,9%. En cualquier caso, el colapso de la actividad es del orden del que ocurrió en 2002, cuando el PBI cayó 10,9%. El impacto será muy profundo en el tejido social y productivo.
Los desafíos que enfrenta la economía argentina derivan de una situación macroeconómica frágil. Desde el punto de vista fiscal, la recaudación se encuentra en caída en términos reales mientras que el gasto se acelera por la implementación de Programas como el Ingreso Familiar y el de Emergencia de Asistencia al Trabajo y a la Producción, que de todos modos son insuficientes ante la prolongación de la cuarentena en el área metropolitana de Buenos Aires.
El déficit fiscal se ubicaría en torno a 6% del PBI en 2020, financiado con emisión monetaria, por lo menos hasta que culmine el proceso de renegociación de la deuda pública externa. Si bien la expansión monetaria es parcialmente esterilizada con LELIQs y se registró una desaceleración de la inflación en el segundo trimestre, el impacto inflacionario será evidente hacia adelante, porque operan rezagos.
A ello se suman las tensiones derivadas de las múltiples cotizaciones de tipos de cambio y las dificultades de acceso al mercado de cambios. Desde el punto de vista externo, la menor demanda internacional se traduce en menores exportaciones, que cayeron 11,5% interanual en enero-mayo de 2020. El comercio exterior en 2020 está caracterizado por un desplome de las importaciones (que llevan 23 meses de caída interanual y se redujeron 23,8% interanual en enero-mayo 2020) y una reducción de las exportaciones derivada de la menor demanda externa, que impacta tanto a través de los precios como volúmenes exportados (-4,5% y -7,3%, respectivamente en enero-mayo de 2020).
Hacia adelante, de acuerdo con las distintas proyecciones, la recuperación de la actividad económica podría ocurrir en 2021. La magnitud del repunte dependerá de la demanda del sector externo, la inversión y el consumo interno y se requerirá una reversión de las expectativas y una mayor confianza en la economía argentina.
Cuadro 1. Proyecciones de crecimiento del PBI, en %.
Fuente: FMI